viernes, 15 de abril de 2016

Good morning My Prince

Cuando abro los ojos y a mi lado estás tú, me dejas sin aliento. Antes de si quiera respirar lo suficiente alto como para molestarte, me gustaría poder sólo contemplarte, porque aún no terminó de entender la magnitud de la belleza en la paz de tu rostro, ni el mejor de los escultores podría siquiera asemejarse a la gracia de Dios en cada uno de tus rasgos. Me temo que me siento demasiado anonadada como para tocarte, así que la lentitud de mis movimientos es tal que no puedo evitar detenerme en un suspiro antes de que las yemas de mis dedos rocen tus mejillas.
Y cuando lo hago, ¡Oh dulce placer de la vida! Se que no hay nada más hermoso que la chispa que se enciende en mi alma con tan solo el roce de tu piel.
Suavemente delineo, casi como si de tocar a un pajarillo se tratase, las líneas de tu rostro, mientras tus párpados tiemblan levemente. Me levanto con suavidad y te doy un beso en la frente, sin poder evitar susurrar que te amo.
Te beso en la nariz, sin poder evitar susurrar que estoy feliz contigo.
Te beso en la mejilla izquierda y sonrió de lado, porque ya has abierto los ojos.
Te beso en la mejilla derecha y susurró que eres la mayor bendición de mi vida.
Y justo antes de besarte los labios, justo antes de sellar mi sutil buenos días, te miro a los ojos, y te digo que no hay cosa más celestial sobre esta tierra que la simple delicia de despertar junto a lo más preciado que me ha dado Dios.
Y luego te beso.
Porque así. Justo así. Príncipe de mis más literarios momentos, es que anhelo decir *Buenos días* cada mañana.

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