Cuando me llama por mi apodo algo se mueve dentro de mí, se rompe, se quiebra, renace, florece, y luego se marchita, me destroza y me derrumba, todo en un mismo segundo. Porque no, él no me dice princesa, porque es absurdamente cursi. No me llama "mi vida" porque ambos sabemos que no hay nada más lejos de la verdad que eso. No me dice mi amor, porque la primera vez que me amo todo fue un desastre. No me apoda tontita, o bobita, menos bonita, porque todas tres son casi ofensas. Él solo me dice "Lu" y el sonido de su voz llena mi vida, inunda mi alma y destruye mi corazón. Porque todo en mí vibra cuando me llama así, porque es especial, es único y soy para siempre su Lu. Y es por él que los demás me llaman así. Y así es como puedo vivir sin él. Escuchándolo en todas partes, en otras voces. Amándolo, queriéndolo, en otros cuerpos, en otras almas.
Este es solo un blog nacido del ojo de un huracán, del momento más grande de intensidad de una tormenta.
lunes, 29 de septiembre de 2014
jueves, 25 de septiembre de 2014
Cenicienta.
Ilógicamente le quería, aunque no debería quererle. A qué chica en sus cinco sentidos le parecería que es correcto amar un corazón ajeno? A mí. Solo a mí se me ocurría amar inconsolablemente un corazón tan maleable, que tenía dueña diferente cada mes, cada trimestre. Solo yo podría enamorarme de un par de ojos oscuros, profundos como la noche amante, que eran de todas y de ninguna. Solo está desdichada alma, de voluntad fugaz y fuerza indomable, se podría enamorar del único chico en el mundo que siempre la tendría encasillada como la cenicienta antes del baile, y no como la princesa en la que se convirtió después.
lunes, 22 de septiembre de 2014
Adicta
Sus besos eran mi adicción, mi droga, placer y dolor a la vez. Por un lado, delicioso, delirante, deseado, insaciable, incontrolable, loco, ansiable, me llenaba, me controlaba, me satisfacía y no había nada que pudiera reemplazarlo. Por otro, me destruía, me hacía pedazos, me desmoronaba, mataba mi ser del interior hacía afuera, rompía mi alma, desgarraba mi corazón. Y aún así soy adicta, y seguiré siendolo, porque no existe droga más perfecta que la tortura insufrible de su placentero amor.