viernes, 23 de enero de 2015

Nada. Nunca.

La paz absoluta podía ser concebida entre sus brazos. Me sentía en calma, protegida, cobijada. El peligro, mi oscuridad, mis miedos y mis inseguridades no existían mientras me abrazaba, mientras podía sentir latir su corazón contra mi mejilla, y mis pulmones se llenaban de su olor. No había otro lugar en el mundo en el que yo deseará estar, no mientras me sostenía con fuerza, como sí de repente necesitará que más que carne, mi alma se fusionará con la suya. Como sí nada en el mundo pudiera destruir esa tranquilidad infinita de escuchar el ritmo de su corazón, latiendo algo apresuradamente, justo como el mío. Nada se comparará a esa felicidad, a esa tranquilidad absoluta. Nunca.

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