Estás acostado, cierras los ojos, la música invade todo el espacio a tu alrededor y cada nota se incrusta en tu corazón. Se supone que no quieres pensar e igual lo haces. Se supone que no quieres sentir nada en ese momento, pero joder, lo único que puedes hacer es revivir, cada sensación, cada sentimiento, lo que produce su lejanía y la intensidad de su cercanía. Quieres cerrar los ojos y detenerlo todo pero se derrama en tu mente, un torrente de mil cosas combinadas. Recuerdos, pedazos de canciones, poesía y trozos de letras, palabras que no existen y otras que no son suficientes para describirlo todo. Te muerdes el labio y tarareas una de tus canciones favoritas, mientras te rindes a los sentimientos. Entonces al final sonríes, porque no hay nada de eso que te haga sufrir, no, al contrario, todos esos sentimientos se desembocan en una felicidad tan pura y tan sublime que casi abruma, que envuelve. No hay una palabra correcta para definir la explosión en tu pecho, y las cosquillas en tus manos, desean abrazar algo que en este momento no está cerca. Más bien alguien. Solo sabes que te gusta el sentimiento y no estás listo para dejarlo ir. Quizá nunca lo estés. Suspiras y dejas que la última nota de aquella dulce canción en la voz de Adele te absorba. Porque no, no quieres alguien como esa persona. Quieres a esa persona y esa es la simple conclusión.
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