Ni tú ni yo vamos a entender nunca que nos llevo exactamente hasta donde estamos ahora.
Nunca entenderé porque me gustaba tu sonrisa, o el hecho de que tus ojos brillaban de una manera más fuerte, más cegadora y más atractiva que los de los demás.
O tampoco porque solías verme y silbar.
No, no como se le silba a una chica linda que va con minifalda por la calle.
Tenías tu propia manera. Era peculiar, única, inigualable. Tantas noches intentando copiar aquel dulce sonido, y nunca lográndolo. Tantas noches rememorando la forma en que tus labios se fruncían y la tierna mirada que los acompañaba.
Nunca vamos a entender porque terminamos besándonos en medio de aquella fiesta, en casa de uno de tus mejores amigos. No estábamos tan ebrios, como para culpar al alcohol, ni tan aburridos, como para adjudicarlo a un momento de simple diversión.
Nunca podré comprender porque acepté ser tu novia. Porque aquel "si" nació tan naturalmente en mis labios, y murió en tu boca.
Nunca lograremos analizar la razón por la cuál nuestro propio cuento de hadas se fue a la mierda.
Nunca vamos a entender como es que seguimos funcionando, sin funcionar.
Porque, a pesar de que nunca entenderemos, comprenderemos o seremos capaces de ser racionales para explicar nuestra relación, siempre vamos a ser capaces de entender una sola cosa.
No hay forma de que no queramos al otro en nuestras propias vidas.
Este es solo un blog nacido del ojo de un huracán, del momento más grande de intensidad de una tormenta.
martes, 6 de octubre de 2015
Stay
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario