Extraño el calor de su cuerpo cuando, en las noches frías me abrazaba durante horas, sin dejar de darme besitos esporádicos que estremecían cada centímetro de mi piel. Extraño sus dedos, entrelazados con los míos, el encaje perfecto, el agarre fuerte y posesivo. Extraño lo compulsivo que podía llegar a ser, sus sorpresas poco preparadas pero que contenían todo su amor. Extraño aquellos poemas de Benedetti susurrados en mi oído después de que me hacía el amor. Lo extraño terriblemente, en cada cosa que lo hacía ser él. Lo extraño y es todo lo que sé.
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