Siempre he sentido que me falta el aliento. Que mis miembros son demasiado débiles. Que mis rodillas quieren ceder. Que quiero caer y no levantarme. Tengo la impresión de estar partida en pedazos. De ser una pieza rota, mil partes de una nada. Creo que me destrozare con una caricia. Que mi desconfianza en los otros aumenta y no piensa decrecer. Estaba segura de estar sola y no alterarme por ello. Y entonces apareces tú, caballero sin brillante armadura ni corcel de alta gama, príncipe de cualquier color, menos azúl. Tú, con tu mundo aún más desordenado que el mío, con tus amores del pasado aún rozandote en el presente, con el fantasma de un dolor latiente. Tú, insensato, cruel, real, imperfecto. Tú, de sonrisa burlona y palabras censurables. Tú, completamente un problema. Tú, que con todo tu alboroto, reuniste cada pieza, con la delicadeza que no es particular en ti, y en un abrazo simple, fuerte, y completamente inesperado, uniste todo lo que soy de nuevo, creando así éste insensato sentimiento en el fondo de aquellas pequeñas partesitas, inundadas de ti. Tú, vibrante, hiperactivo, indeciso, incomprensible, sensual y hasta algo arrogante, me uniste y me destruiste, porque no hay forma de salir de tus brazos ni de este sentimiento demoledor e intenso de una sola pieza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario