Tengo un nudo grande en la garganta que me impide hacer otra cosa que escribir. Porque si, tengo tantas cosas por decirte que no debería decir, pero fui criada con poesía de Kahlo y Cortázar, y sé que no hay nada más bello que la verdad en forma de verso, aunque sea tan burda como la nuestra. Estoy ligeramente molesta, perturbada, incomoda con el hecho simple de que tu atención, previamente dirigida a mí, ahora se vea enfocada en aquellas piernas envueltas en una falda tubo algunos asientos atrás. Definitivamente no estoy de acuerdo con la elección de película, en la cuál me ignoraste totalmente, en un intento por destacar tu masculinidad, creo haber repetido NOTABLES veces el hecho de que las del género terror perturban mi imaginación, de la cuál es obvio tú careces. Debo admitir que de alguna manera valoro tus esfuerzos, pero aquel coqueteo suave y poco directo es tan cliché que no seduciría ni a la mujer más desesperada. Por último, estoy completamente en contra del hecho de que en nuestra primera cita decidieras comer todo lo que tu estomago te permitía, creéme, querido amigo, y esto es un consejo para tu vida, que no te ves atractivo en lo absoluto con aquella salsa de nachos escurriéndose por la comisura izquierda de tu boca. No es necesario decirte que no debes llamarme, no importa si me llenas la casa de rosas o te vuelves DiCaprio de un día para otro, no existe forma alguna de que yo acepte salir de nuevo contigo.
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